27.6.05

¿Carta o A4?

A escasos días de iniciado formalmente el invierno, creo que cae de maduro una pregunta fundamental: las carilinas Elite, ¿hay que comprarlas en tamaño carta? ¿o en tamaño A4?

Unas te cubren mejor la nariz y la boca; otras, los cachetes y la nariz.

Yo creo que depende de las características fisonómicas de cada persona. Si sos tirando a cara de torta te conviene las carilinas carta; si sos más bien narigón, las A4. El problema es que no todos somos o una cosa o la otra. Ni chicha ni limonada, la famosa tercera posición. Y eso sin contar a los díscolos bocones, achinados y tantos otros.

Mientras tanto, el frío sigue ahí. Agazapado y dispuesto a enchastrarte de mocos en el momento menos pensado.

Desde acá quiero que sepa que no se la voy a hacer fácil. Las carilinas están conmigo y pronto (lo prometo) también en su formato más adecuado. Probar no cuesta nada.

24.6.05

parte de una fachada

Se escurre cuando llego y la quiero mimar un ratito. Pero apenas me siento en la compu, me ronrronea contra los pies y hasta que no le hago lugar no para. Bueh, "hacerle un lugar"... Está claro que Mila es la que manda. Si pasa un rato y todavía no le di curso a su reclamo, ella salta y se acomoda donde quiere. Lo que pasa es que en un primer momento tratamos de guardar las formas. Por ejemplo cuando vienen mis amigos. Ahí yo soy el rey de Amenabar y ella es la gatita copada que se acerca para que la acaricies luego de un corto rato.

-Che, buena onda Mila.

-Sí, ¿viste?

-Además, no es nada loca. Te hacé bastante caso cuando le hablás.

-Seeeh, obvio. La tengo bien enseñada.

Mi amigo termina su vaso de cerveza y pregunta si hay más. Yo voy a la heladera y busco. A veces hay más, a veces no. Está claro que somos parte de una fachada. Ella, vos y yo. Aunque te resistas y no quieras.

13.6.05

como si tuviera 16

Estoy preocupado por mi torpeza. Ahora que soy responsable de Mila tengo miedo de pisarle una patita en un descuido. Tiene la costumbre de seguirme a todas partes y yo la de acometer imprevistos movimientos en el momento menos pensado. Una conjunción peligrosa. De adolescente pensaba que era por la edad. "Estás en etapa de crecimiento, tu cuerpo necesita aprender a manejarse con su nuevo tamaño, es normal". Pero no. Pasó el tiempo y a los 27 sigo tropezándome con las baldosas flojas y golpeándome contra las alacenas abiertas como si tuviera 16. No es justo. Debe ser de origen genético.

10.6.05

al poco tiempo, el piso dejó de temblar

Ayer fui a ver Episodio 3 con mi hermano. “Ya que vimos juntos la 1 y la 2, también podríamos ver la 3, ¿no?”, me comentó hace unas semanas. A mí me gratificó su invitación porque él es fan de la saga y casi nunca vamos al cine juntos.

Nos citamos en Lavalle y Esmeralda y elegimos la función de las ocho y veinte en el Monumental. Por un plus de $1,70 te daban un paty con ensalada pero con mi hermano dejamos la promoción para después. “Pensá que a la salida vamos a tener más hambre y lo vamos a disfrutar el doble”, me dijo. Como llegamos temprano, conseguimos asientos en el medio. Tampoco es que hubiera tanta gente. Ya pasaron unas semanas del estreno, y la mayoría elige los complejos más modernos. Aunque para mí, el Monumental también tiene lo suyo. En los '90 lo remodelaron y lo dividieron en siete salas, todas grandes y de pantalla ancha. Las conozco bastante bien porque durante el secundario iba seguido después de clases. Me gustaba. Una vez lo había invitado a mi viejo a ver una de Michael Keaton (el que hizo Batman con Tim Burton) sobre un hombre que le informan que se va a morir de cáncer y decide grabarle a su hijo un vhs con su vida cotidiana: en el trabajo, en el centro comercial, con su amigos, o en el baño mientras se afeita. “Mi vida”, creo que se llamaba la película, y me acuerdo que un momento de la proyección el piso empezó a temblar. Al principio todos hacían como si nada. Pero te mirabas los pies y veías que daban unos saltitos que nadie les había ordenado. Era indisimulable: Buenos Aires temblaba. Y mucho. Una sensación de inquietud recorrió la sala. “Es el subte”, le susurré a mi viejo. “La línea B que pasa por debajo”. Él me miró con curiosidad. “Pasa cada dos o tres minutos —le dije al oído— pero se nota más cuando coincide con una escena dramática, esas que los personajes lloran porque se dan cuenta que ya no pueden cambiar lo que les duele en su vida”. Mi viejo asintió. “Claro”, dijo. “Entiendo”. Al poco tiempo, el piso dejó de temblar.

Ayer los jedis desenvainaban sus sables laser a full, Natalie Portman lloró a pleno por ese amor que se derrumbaba y las orejas de Yoda se entumecían hasta partirte el corazón. Pero del subte ni noticias. Al parecer, nos tocó una sala que está más arriba y no le afectan los temblores. Acompañé a mi mano hasta la parada del 59 y, antes de despedirnos, quedamos en ver Sin City cuando la estrenen. Tiene razón: a la salida, el paty con ensalada se disfrutó más.

7.6.05

mi gata cree que la vida es así

Que haya una sola persona importante en la vida.
Que lo lógico es que esa persona se vaya temprano y vuelva tarde.
Que los otros son copados pero no importantes.
Que la comida te llegue del cielo (o de la alacena) y que el maná venga del ronrroneo, del reproche, de los ojos azules fijos en tu culpa.
Que los vidrios sean la ventana de lo que nunca podrás tocar.
Que las piedras se recojan, se barran y se tiran al inodoro.
Que la música suene de repente y porque sí.
Que de lunes a viernes la vida es rutinaria, y de sábado a domingo es caprichosa.
Que el agua es que queda de ducha es asquerosa pero sumamente rica.
Que el viaje hacia las vacunas es esa pesadilla que, como Matrix, se hace realidad.
Que los cordones son la montaña rusa de la emoción.
Que el ser al que querés es uno y solo uno.
Que cuando le digo Mila! inmediatamente deja todo y me tiene que mirar
Que la vida es así

3.6.05

solidaridades de oficina

Me tocó quedarme más tiempo en el laburo y faltar a mis obligaciones en TEA. Pero está bueno: en una tele pasan a Charly García en el salón blanco de la Casa Rosada. La primera impresión que provoca en los que están por acá es simpatía: "Jajaj, qué loco, Charly en la Rosada". Siguen absortos en sus monitores, pero ahora también tararean "pasajera en trance". Un gordito bastante freak de rulitos (yo entré hace poco y no conozco todos los nombres de pila) me pregunta: "Che, no da para subir el volumen?". Estoy cerca del televisor y eso implicaría estirar el brazo y, en puntas de pie y con decidido esfuerzo, a duras penas alcanzar el botoncito del volumen. "No nos irán a putear, ¿no?", le pregunto. "Nah", dice el de rulitos, que es bastante capo y, en cualquier caso promete que me protegerá.

Subo el volumen.

Como dije soy nuevo acá. Y aveces siento que necesito protección. Una palmada en el hombro, un "Eh, che, bastante bien".

La música de Charly activa solidaridades de oficina.