28.12.07

man in black 2

El nombre de Papá era Ray Cash. Se casó con mi madre, Carrie Rivers, el 18 de agosto de 1920. Yo fui su cuarto hijo.

Papá tenía todo menos dinero. La Depresión había arruinado el cultivo de algodón -ya de por sí una ocupación dura y marginal para gente como él en lo más bajo del escalafón social- y tenía que aceptar cualquier trabajo que le ofrecieran. A veces eso no ocurría y se la pasaba varios días vagabundeando con su rifle 22, a la caza de de ardillas, conejos o cualquier cosa que alimentara a mi familia. Si disparaba, no erraba el tiro. No se lo podía permitir.

Trabajó en un aserradero, desbrozó terrenos, puso vías de tren, y cuando no había trabajo cerca, se subía a los trenes en dirección hacia donde el rumor o la suerte ofrecieran pago en efectivo.

Nuestra casa estaba justo al lado de las vías del tren, en pleno bosque, y uno de mis primeros recuerdos es verlo saltar de un vagón en marcha y caer rodando hasta la zanja de nuestra casa. Un lugar miserable, sin marcos ni cristales en las ventanas.

Todo cambió con el New Deal. A fines de 1934 Papá se enteró de un programa organizado por la Federal Emergency Relief Administration según el cual, granjeros que como él se habían vistos arruinados por la gran Depresión, iban a ser reinstalados en tierras compradas por el gobierno. Mi padre oyó que podía comprar ochocientos áreas de tierra sin hacer ningún pago, a demás de una casa y un granero, y una mula y una vaca. Y que nos proporcionarían alimento durante el primer año, hasta que cosecháramos y pudiéramos pagarlo. Ese era exactamente el trato. En cuarenta y seis distintos lugares agrícolas de Estados Unidos se estaban creando estas colonias que funcionaban cono cooperativas. El algodón que produciríamos iría a parar a la cosecha general para ser vendido a un mejor precio del que se pagaban por las pequeñas cosechas individuales.

Como ya he dicho en el pasado, crecí bajo el socialismo. O quizás una mejor palabra para definirlo sea comunalismo.

15.12.07

perfecto

Que una cardióloga te hable de cosas del corazón no debería extrañar a nadie. Después de todo, trabajan de eso.

-Mirá cortar siempre es difícil. Y más cuando se trata de dos buenas personas, ¿no?

Estoy acostado y con el electro en marcha. Le digo que sí. Que por ahora sí. No tengo muchas opciones. Ella sonríe y me habla de su hija.

-Yo no sé qué le pasa. Les corta a todos. Está loca -comenta divertida, hace una pausa y sigue- Es muy franca. Y los tipos no siempre se bancan una mina franca. Las prefieren histéricas, boluditas.

Le contesto que sí, que puede ser. En realidad, no tengo una idea clara al respecto. Pero algo me anima a esbozarle mi teoría:

-Lo que pasa es que hay dos clases de mujeres: las señoritas y las varoneras. A las varoneras les gusta el fernet. A las señoritas no.

Me mira admirada. Como si fuera portador de un saber especial. Tiene unos 45 años y se conserva bien.

-¡Tal-cual, tal-cual! -exclama y compruebo que el asombro no siempre responde a la medida de las cosas- Mirá, yo te voy a comentar esto como si fueras mi yerno. Ella es muy linda, ¿sabés? Y no porque sea mi hija. Es linda en serio. Lo dicen todos. Cada dos por tres viene y me dice 'ma, estoy harta de que sólo me miren el culo. ¡Los odio!' ¿A vos te parece?

No sé cómo terminamos hablando de esto. Yo sólo vine a hacerme un electro de rutina.

-Me parece bien. Pero decile que no exagere. Que alguno copado tiene que haber...

Ella sonríe. Y de repente me doy cuenta de que se le cruzan ideas locas por la cabeza. De que cada vez que habla de su hija, en realidad me habla de ella.
Pero no da. Ambos sabemos que no da.

Se fija en el instrumental y me dice listo, ya terminamos. El resultado es un papel larguísimo, todo enrrollado.

-Estás perfecto.

Y me alegro. Pero esa palabra, dicha en este momento de mi vida, me suena imposible.

Nos despedimos y salgo del consultorio.

11.12.07

peronista

man in black

Hola, mi nombre es Johnny Cash. Nací el 26 de febrero de 1932, en Kingsland, Arkansas. Fui el cuarto de siete hermanos: Roy, el mayor, y luego Louise, Jack, quien les habla, Reba, Joanne y Tommy.

Crecimos trabajando en los campos de algodón.

A los 22 me casé con Vivian Liberto, de San Antonio, Texas. Y tuve cuatro hijas con ella: Rosanne, Kathy, Cindy y Tara. Después Vivian y yo nos separamos. Y en 1968 me casé con June Carter, que sigue siendo mi esposa, y me dio a John Carter, mi único hijo varón. June trajo también a sus dos hijas, Carlene y Rosie, a nuestro matrimonio. Hoy tenemos un total combinado de doce nietos y tantos hijos políticos, pasados y presentes, que June hace un chiste con eso en su espectáculo.

Mi vida ha sido simple: el algodón cuando era joven y la música ya de adulto.

Entre ambas cosas trabajé en una fábrica de coches en Michigan, fui interceptor de radio para las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en Alemania, y vendedor de utensilios para la Home Equipment Company de Memphis.

Fui un gran operador de radio y un pésimo vendedor.

Mis primeros discos los lanzó el sello Sun, regenteado por el señor Sam Phillips en Memphis y casa discográfica de Elvis Presley, Carl Perkins, Roy Orbison y otros además de mí. Mi primer simple fue Cry Cry Cry en 1955. Y mi primer gran éxito I Walk the line en 1956. Dejé Sun para irme a la multinacional Columbia en 1958. Y poco después abandoné Memphis en dirección a California.

Mi asunto con las pastillas ya había comenzado. Muy pronto me consumirían totalmente, devorándome en la siguiente década y pico. Sorprendentemente, aquello no arruinó totalmente mi carrera. Durante aquellos años hice música de la que todavía me siento orgulloso -especialmente mis discos conceptuales de los '60- y alcancé el éxito comercial con Ring Of Fire en 1963.

Sobreviví, a pesar de todo.

Me trasladé a Nashville, vencí la adicción, me casé con June.

Entre los últimos '70 y primeros '90 no vendí gran cantidad de discos. Pero nuevamente debo decir que me enorgullezco de esa música. Y que aquellos años no fueron para nada aburridos: escribí mi primer autobiografía Man In Black y mi primera novela Man In White. Me uní a Waylon Jennings, Kris Kristofferson y Willie Nelson para formar los Highwaymen en el '89. Me echaron de Columbia y me aceptaron en Mercury Records. Ingresé al Contry Hall of Fame y al Rock n Roll Hall of Fame. Me hice adicto a los calmantes, me trataron en la Betty Ford Clinic. Me recuperé, volví a caer en la adicción, y volví a recuperarme.

En el medio hice cientos y cientos de actuaciones. Mantuve más o menos a flote mi empresa hasta que la fortuna volvió a señalarme.

Ocurrió en 1994, cuando comenzó mi alianza con Rick Rubin, productor de grupos totalmente alejados del estilo Nashville como Beastie Boys y Red Hot Chilli Peppers. Y grabamos mi álbum American Recordings. Según la prensa, de la noche a la mañana había pasado de ser un tipo acabado de Nashville a un ícono de la modernidad.

Podían llamarme como quisieran, les estaba agradecido.

Actualmente sigo en el circuito. Todavía grabando, todavía escribiendo canciones. Todavía presentándome en todas partes.

Me conservo razonablemente bien, tanto físicamente como en el aspecto financiero. Sigo siendo cristiano, como lo he sido toda mi vida.

A partir de ahí, la cosa se complica. Respaldo la frase de Kris Kristofferson sobre mí: "Es una contradicción andante, parte verdad y parte ficción". También me gusta la frase de Rosanne, mi hija: "Cree en lo que dice, pero eso no lo convierte en un santo".

Sí, creo en lo que digo. Pero existen diferentes niveles de honestidad.