25.7.09

caparrós es intelectual y zelaya un vaquero

Te enseñan que la vida es una cosa. Lo que te muestran las películas. Pero también lo que te inculcan tus viejos, los libros que leés, las canciones de rock que te enamoran, las series de televisión, tus ídolos.

Comienzo, desarrollo, final.

En ese momento me di cuenta. Cuando me miraste con la determinación del error. Ibamos por Paseo Colón y vi que habías detectado el defecto físico. La anomalía. Una fetichista de la fotografía. Del bello gesto que se cristaliza.

No soy así.

Y está bien.

Ustedes hablaban de las vacaciones. Y yo pensaba: "El subte queda lejos. No tengo monedas". Las vacaciones eran un horizonte nublado. Y ustedes parloteaban. Que este tal cosa. Que aquel tal otra. No les gustaba ninguno. Pero hablaban de ellos igual. Eran divertidas. Lindas. Y yo vagabundeaba. Las manos en los bolsillos y la mente en otro lado. Compartimos laburo un tiempo y después nunca más.

A los sesenta y cinco te jubilás. O más o menos. Mi viejo largó todo un poco antes y se dedicó a lo que verdaderamente le gustaba: la historia argentina, las clases de zamba y tango, la astronomía. Discuto bastante con mi viejo. Lamentablemente. Y lo peor es que yo, en esos temas puntuales, presentes, generalmente tengo razón (en los otros, los profundos, tiene razón él). Pero hay algo en lo que siempre me gana: la pureza. Mi viejo se equivoca, pero nunca la caga. O casi nunca. Es un tipo con paz. Y un tipo bueno. Yo soy bueno. Pero mucho más bueno es él.

Por suerte.

Hay cosas que no dependen de uno.

Cuando Johnny Depp se enamoró de Winona Ryder se tatuó en el hombro: "Winona For Ever". El amor duró tres años. Después él modificó su tatuaje y quedó: "Wino for ever" (borracho por siempre). Y ella, según la prensa, se dedicó a lo que más le gusta hacer: salir con rockeros. El mejor: Ryan Adams.

El chabón que todas las minas argentinas adorarían si lo conocieran.

Allá es famoso. Pero es country. Country alternativo. Y acá el country, en la mentalidad crítica de Puán, Marcelo T o Ramos Mejía, los adoradores de la Escuela de Frankfurt, los seguidores -hasta hace muy poco- de Caparrós y Lanata, todavía es considerada una música de viejos reaccionarios.

No me olvido más. Año 1998. Lanata alecciona a los futuros caceroleros en Día D y lo envía a Caparrós a Venezuela. Le dice: investigá. Él vuelve a la semana y da su veredicto: "Sí, son carapitadas. Chávez es como Seineldín". Tiene miedo en los ojos. Le tiembla el bigote. Pero está seguro de lo que dice. Nunca se retractó.

Caparrós es un intelectual.

Y Zelaya, el tipo que volvió a su patria después del golpe más humillante del que se tenga memoria, el que volvió a pie y de pie, rodeado de su gente pero también de los francotiradores apostados en la colina, es lo opuesto, un vaquero.

Ryan Adams, que también es un cowboy, graba diez discos en diez años y me deja una canción, una entre decenas, que repito todo el día y te canto a vos, aunque no estés: "Sé que ahora soy un extraño, pero trataré de estar ahí".

Y caminamos.

Caminos aunque enfrente esté el desierto.

21.7.09

Morazán es Bolivar o San Martín

Hace un par de semanas tengo la persiana caída. Se cortó la cuerda y zas, se desplomó. Sin vueltas. Para siempre. Llamé a Martín, que siempre me ayuda en estos casos. No contestó. Recuerdo que la última vez me avisó que no respondía el celular. "Por seguridad", me dijo. "Los puede ver mi mujer". Los fines de semana se ve con su amante en Quilmes y los llamados podían ser peligrosos. "Me pueden descubrir", me advirtió. El tema es que hoy por hoy es el único que me puede ayudar. Él levanta, yo sostengo. O viceverza. Un equipo que funciona bien. Hablamos de la vida. De peronismo. Y de mujeres. Martín fue ayudante en el edificio donde vivo. Ayudante del portero. "Con Juan Carlos todo bien", me dice. "El problema es la vieja". Y no hace falta decir que la vieja es la administradora, la cincuentona votante de Macri que vive en mi piso y que desde que me mudé acá me trata bien. Me considera importante. De buen trato. Seguramente porque soy blanquito. Y viví en otros países. Colombia. Honduras: "Míralo al argentino. Mira cómo sabe la historia de nuestro país", me decían cuando estaba en tercer grado. "Morazán es Bolivar o San Martín", me inculcaba el viejo que vendía golosinas en el recreo. Y yo recordaba, memorizaba. Y no me olvidaba más. Si querés cerciorarte, date una vuelta por Loreto y Vuelta de Obligado, esquina federal si las hay. Me acuerdo que recién terminaba Mexico '86 y todos decían: "¡Al argentino! ¡Al que salió campeón mundial!". Así aprendí a jugar. A gambetear. El fútbol es importante. Pero nunca tan importante como cuando sos chico y todos te señalan a vos. Hoy justamente hablábamos de eso, en el día del amigo. Por la tele pasaban los goles de Diego y uno tiró: "Loco, es un genio, no se puede creer. ¡La tenía atada!". Y sí. Nosotros nos quemábamos los ojos para completar el álbum, exigirles que nos dejaran salir antes de que fuera demasiado tarde, y ellos nada. Ni la hora.

Con esa seguridad del que te pide todo para no darte nada.

19.7.09

hay una ideología dando vueltas

En este blog apoyamos a Zelaya, Moyano, Ahumada, las callecitas de tierra de José C Paz y las epopeyas de La Plata.

Si vos bailás, nosotros también.

7.7.09

tengo que hacer eso y lo hago

-Vayamos ahora a tu poesía porque ésta es una entrevista a una poeta ¿no? No hay en tu poesía palabras que no sean las cotidianas. Transmitís ideas muy profundas, que tocan el alma, pero siempre usando el lenguaje de todos los días.

Sí, siempre me he rehusado a usar palabras que salen de lo corriente, aquellas que suelen considerarse poéticas. Me cuido de no caer en eso, me cuido de no volver a tocar un poema una vez que lo dejé.

-Quiere decir que no corregís.

Yo escribo un poema en unos minutos y no lo toco más. Puedo escribirlo varias veces, una atrás de otra hasta que me parece que está. Ahí lo dejo y no vuelvo a tocarlo.

-Quiere decir que no cambiás una palabra o dos, sino que...

Vuelvo a escribirlo entero hasta que lo guardo o lo tiro. Cuando está, está.

-En cuanto al proceso por el que llegás a escribir un poema, ¿éste te ronda la cabeza hasta que te sentás y lo escribís?

No, no, es como si la mano fuera... Es muy difícil para mí explicar lo que hago.

-También podría interesar los sentimientos que te acompañan cuando escribís.

No, nada, nada. Tengo que hacer eso y lo hago. No que necesito hacer, que estoy obligada a hacer.

-Juan Gelman dice que sus poemas responden a obsesiones. "Tengo una obsesión y escribo para terminar con ella". ¿Será lo tuyo algo parecido?

No, no es así. Es algo completamente natural que en determinados momentos debo hacer. Lo hago y jamás vuelvo a tocarlo, una vez hecho. Por otra parte no quiero ceder a la tentación de escribir lo que no estoy obligada a escribir. A esa tentación me resisto.