27.12.12

mis hits 2012



La vida que te embrolla (The hojas Secas)
100 mil reflejos (Valentín y los Volcanes)
Explosión de todo (Javi Punga)
Chica de oro (El Mató a un policía Motorizado)
El baile de Elvis (Las Ligas Menores)
Callejear y tomar birra (DF y Os Cogos)
Celina (Riel)
Contale al mundo (Los reyes del falsete)
La pared (Sr. Tomate)
El murmullo (Viva Elástico)
Algo sobre estar vivo (El Perrodiablo)
No califica (El Perrodiablo)
Una bandada de Pájaros (Los Pakidermos)
Ceferino (Fútbol)
Esperando por tocar (Compañero Asma)
Lo echaron del bar (Los Espíritus)

bonus: Plastic Ono (La Ola que quería ser chau)

13.12.12

--No se puede creer ¡Te viven salvando los ángeles!

--Sí, son unos genios

--Un día se van a cansar, che...

--No creo, les debo parecer divertido.

5.12.12

cuando una sola foto
subiendo al auto
y con el viento
haciendo
inesperadamente
de las suyas
tiene más erotismo
que quichicientas sesiones
ad-hoc

30.11.12

El Indio Solari. O el costo de la premisa

(Hace unos meses, desde la revista Sudestada, me pidieron una columna sobre el Indio. Esto fue lo que les escribí) 


 Palabras más, palabras menos, la historia contada por uno de sus más cercanos colaboradores reza así: el Indio Solari acababa de sacar a fines de 2005 El Tesoro de los inocentes (bingo fuel), su esperadísimo primer disco como solista, y obviamente lo quería presentar a lo grande. Por fuera de Buenos Aires. Y la primera opción que barajó fue el atractivo, bonaerense y—no menos importatante-- moderno Estadio Único de La Plata. Una mix de cualidades que iba perfecto con el entonces todavía reciente giro electro-rock que había experimentado el ex cantante de Los Redondos desde Último Bondi a Finisterre (1998) a esta parte. Pero había un problema: el piso especial con el que se recubría el cesped del campo de juego era propiedad de Pop-Art. Y no había otro en el país. El Indio, cuenta este colaborador cercano, le preguntó a Pop-Art cuánto le salía alquilarlo. Le respondieron una cifra abultada. Bastante abultada. Pero le agregaron algo todavía más preocupante: “Para alquilarlo tenés que contratarnos a nosotros. El servicio completo”. O sea: la logística, el management y la seguridad. O sea: lo que Solari, desde el primer recital de su carrera se había rehusado a hacer; delegar su ejercicio artístico en un tercero. Y no cualquier tercero: Pop-Art. El grupo empresario ligado al entretenimiento musical que había ido adquiriendo una posición dominante en el mercado con ribetes cuasi-monopólicos. Solari, entonces, levantó un teléfono (o un celular) y pidió que le averiguaran cuánto saldría comprar “un piso de esos” a la firma brasileña que los producía. Se lo averiguaron. Salía mucho. Bastante más que alquilarle el piso a Pop-Art. Pero el resultado era la tan mentada autogestión. No depender de un tercero para llevar adelante su ejercicio artístico personal. La premisa ético-estética que había guiado a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota casi desde sus inicios. Y la que el Indio Solari, parecía, estaba decidido a cumplir. La decisión, entonces, fue comprar el cubre-cesped. Los shows transitaron, como se sabe, con la fiesta ricotera acostumbrada. Y el Indio pudo mantener su independencia. A pura billetera. Pero también a pura tozudez. Porque no alcanza con los principios para ser independiente. Hay que tener con qué. O sea, hay que tener capital, pero también --y no menos importante-- hay que tener la suficiente convicción como para utilizar ese dinero en la dirección adecuada. Es decir, hay que estar dispuesto a perder parte de ese capital (o peor: a pasar más de un mal trago) con tal de concretar la independencia que se busca. En pocas palabras: hay que bancarsela. Y bancársela tiene su costo. Las falla humana, por ejemlo. O la tragedia. Ser independiente, el Indio lo conoce bien, no es ningún paraiso. Como alternativa existe, por supuesto, la autogestión artesanal: no siempre es necesario llegar a estos grados de profesionalismo. Pero ése, también, es otro juego: el de hacer lo propio al costado de la vorágine popular y la parafernalia masiva. Y ser masivo y popular, como bien supo entender el Indio, es otra cosa: es estar en el ojo del huracán. Una posición que definitivamente no buscó. Ni premeditó. Pero que una vez que le tocó en gracia, se hizo cargo. Por eso, cuando surgen esas frases algo (o bastante) desafortundadas del Indio relativas sobre lo costoso que le resulta ser independiente, lo fóbico que lo volvió su extrema popularidad y los rasgos cada vez más “burgueses” que parecen moldearlo en su vejez, pienso: "El tipo, a la hora de la verdad, ¿cumple con su premisa ético-estética? ¿se la banca?" La respuesta creo que sigue siendo que sí. Y para mí, con eso, alcanza.

21.11.12

Del exabrupto
peronista ("los piquetes
de la abundancia")
al exabrupto
gorila ("piquetes no:
amenazas y aprietes"),
cuánto hemos caído
mi amor

16.11.12

Me llamaron de un blog de Infobae, dedicado al under, para inaugurar una sección fija sobre los favoritos personales en cada rubro. Y esto fue lo que respondí:

Un solista
Antolín. Porque no es edulcorado y no usa los trucos del cantautor, pero igual terminás tarareándolo a full; canciones suaves y serenas que no aburren ni arrullan. Al revés, interpelan por el lado de lo generacional y lo cotidiano: el pibe que se dio vuelta el Pac-Man o el que manda mensajitos con la sigla TQM. Con Antolo, las tardes de domingo son mejores.

Una banda local
El Perrodiablo. Porque te devuelven la fe en el rock cuando el mundo parece perdido y necesitás una banda una que te despabile, te eche en cara lo que todavía podés ser y no te animás, y te deje exhausto de la emoción. Si decís que el rock murió es porque nunca escuchaste El Perrodiablo.

Una banda de afuera
3Pecados, de Uruguay. Porque Pau es songwriter consumado que no deja de hacer temas ni aunque lo amenacen de muerte. Y porque sus shows son verderos subibajas de la emoción. Tiene algo de Yo La Tengo y mucho de mambo personal, microhistorias urbanas bajo el cielo tornasolado de Montevideo.

Un disco
Le Prièt VAHA-CHOSMOS E-BA CON MAOURIAN!!! Porque el cd doble de PVAACM es la experiencia sensorial más maravillosa conocí en los últimos siglos. Con cada nueva escucha le encuentro un nuevo secreto. Y darle play es como entrar en un loop de guitarrismo, autobiografía beatnik y psicodelia del corazón del cual dan ganas de no bajarse nunca.

Una puesta en escena
107 Faunos o Sr. Tomate. Porque sus shows son pequñas catársis de alegría, ilusiones y amistad. Canciones para cantar a viva voz mientras compartís la birra con un desconocido y sentís eso de ser feliz en un recital.

BONUS: Otras recomendaciones
Fútbol, Viva Elástico, Riphle, Olfa Meocorde, Los Espíritus, Javi Punga, Los Totales, The Hojas Secas, Valentín y los Volcanes, Go-Neko!, Atrás hay truenos, Las Ligas Menores, Bestia Bebé, Reno y los Castores Cósmicos, Hernán Martínez y las Estrellas, The Quindimils, La Ola que quería ser chau, Miro, Reimon Starship, Las Cancheras, Mujercitas Terror, Mapa de Bits, Riel, Shaman, SUB, Los Pus, DF y Os Cogos, Los Reyes del Falsete, Tobogán Andaluz, Los Pakidermos, Las Diferencias, Oli, Zabo, El Festival de los viajes, Cosmo, Excursiones Polares, Error Positivo, Jose Miel, Los Cayos, Valle de Muñecas, Las Bodas Químicas, La Cosa Mostra, Los Animalitos, Acorazado Potemkin, Riki Riki Tave, Compañero Asma, Paoletti, Placer, Rosario Blefari, Gori, Perdedores Pop y obviamente El Mató a un policía Motorizado, además de muchas otras bandas que por temas de espacio no entraron en esta lista.

Gracias Luciana Egido

7.11.12


--Ya no estás de moda. Ya sabemos que no vas a cambiar la historia. Pero acá estoy, con vos, como la otra vez...

--No sabés cuánto te extrañaba, lo solo que me sentía...

--Lo sé, lo sé...

6.11.12

Juan,

Este año nuestro universo cultural quedó muy golpeado, primero Caloi, ahora Favio. El desenlace era esperable, pero en rigor uno preferiría que sus héroes nunca mueran. Nunca entendí bien porque muchos relatos épicos -entre ellos la Biblia- cuentan con un héroe que muere para engrandecer su figura.

Abrazo, Morell

5.11.12

Te descubrí a los 15 cuando mi viejo me llevó a ver Gatica al cine. Gracias por tus pelis, tus canciones y por tu peronismo del corazón



(si habremos pasado noches enteras de borrachera dándole replay a este temazo --y a este video--)

17.10.12

17 de octubre de 2012

Ahora que volvió a ser negro
facho
mafioso
cazazurdos
agente de la Cía
y villano barra brava del universo
banco a Moyano porque:
es peronista
festeja el 17 de octubre
y nunca, pero nunca,
cagó a los trabajadores


6.10.12

Acabo de darme cuenta
de que el eh, oh eh
salchichas con puré
que te hacen cantar
de chico
es para distraerte
de la comida
que te encajan
los padres
las manitos para arriba
eh, oh eh
salchicas con puré
para zafar del almuerzo
y que esté todo
bien bien bien bien

5.10.12

3.10.12

Siento que
los que leímos Henry Miller
entre los 18
y los 25
tenemos latente la
posibilidad de ser amigos
si nos conocemos.

Los mismos códigos,
el mismo humor


19.9.12

Desgrabando al Cigala llego a la parte en que me dice:

-¿Cómo era tu nombre? ¡Qué bueno rollito tienes!

-Juan Manuel...

-Bueno, Juan Manuel, acá tienes un amigo...


29.8.12

variaciones sobre Binner


A Binner le da bronca que TN se haya vuelto tan opositor porque cada vez que iba lo "trataban muy bien" y ahora tiene miedo de quedar "pegado". "Que macana", resopla.

Aunque no tengan relaciones desde hace tiempo, Binner, de su esposa, no se divorcia. "Me casé enamorado", cuenta y cada tanto escuchan juntos Sui Generis.

De joven, Binner bailaba lentos con Paul Anka. Aunque no le agrada comentarlo. "Mirá si trasciende en los medios y la gente se entera. Es un quemo", murmura.

Eso sí, cuando va a un casamiento, Binner pide "pop de los 80" porque la ciática lo puede y la cumbia es dificil de bailar.

Y cuando regresa a casa, tras un largo día de trabajo, pone los Beatles. Pero ojo, los primeros. Porque "los últimos eran muy locos" y ya no le gustan tanto.

El beatle favorito de Binner es, claramente, Paul McCartney. A Binner no le gustan los Stones. "Tienen mucho menos talento que los Beatles. Cualquiera te lo dice".

De la música actual, sabe que esos tal Radiohead "son muy buenos". Y que los Babasónicos "hacen una música de avanzada".

Y de hecho, cuando sus nietos le hacen escuchar esos grupos, sonríe, y dice que le gustan. Aunque en seguida pide "un poquito de Serrat".

En el fútbol, solía concordar con Macaya Marquez, pero desde que existe el Futbol para Todos tiene su corazoncito con Julio Ricardo. "Me gusta que es pausado para hablar. Y es respetuoso. Eso es muy importante".

Es hicha de Atlético Rafaela. Pero le encantaría que Vélez se mantenga como el equipo más exitoso del país porque River y Boca "ya ganaron mucho y traen mucho lío".

Por eso también está al tanto de cómo le va al equipo de Liniers: "Ése soy yo: Vélez, la clase media. Si ellos pueden, yo también", se ilusiona.

Binner ama el pizarrón, la tiza, la escuela. "Si no fuera político me encantaría ser maestro", dice con luz en los ojos y convencido de que la culpa de la pobreza es la falta de educación.

"Hay que enseñar mucho más a Sarmiento en la Argentina", postula.

Cuando era joven, Binner era un buen alumno. Y una buena persona. Siempre le esquivó a eso de ser gorila. "No hace bien odiar", explicaba.

Sin embargo, nunca le gustó Perón: "Si no fuera por ese señor hoy seríamos un gran país".

"¿Qué nececidad de ese revanchismo? ¿Para qué?", pensaba en la facultada el joven Binner de Perón y Evita.

Por supuesto que eso no quería decir que no pudiera haber menos pobres. "Pero tiene que ser sin que se enoje la clase media y con el campo ganando lo que le corresponde", diferencia ahora.

Por eso, en contraste, admira a Lula da Silva y le repite a sus amigos: "¿Por qué en vez de Moyano no podemos tener sindicalistas como fue Lula en su momento? Yo no entiendo, la verdad...", se lamenta.

Y destaca la democracia chilena: "Hay que aprender de los que hicieron las cosas bien".

En ese sentido, le encantaría que el mundo se dividiera entre izquierda y derecha. "De un lado los comunistas, del otro los liberales, y en el medio, nosotros. ¿No sería mucho mejor?"

De hecho, al principio, Kirchner lo seducía políticamente. "Es inteligente y le cae bien a la clase media", reconocía.

Pero después, cuando lo del campo, se hechó para atrás. "Así no se puede. No hay que fomentar la división del país", se enojó.

A Binner le encantaría hacerse una biaba como Cacho Castaña, pero tiene miedo de que lo carguen. "Mejor llevar las canas con dignidad", afirma.

Por otro lado, nunca fumó porro. Pero no porque esté en contra de la marihuana sino porque no se le dio por probar. "No sé por qué. Será que soy de otra época", se disculpa.

Y cuando su hija de 15 empezó a irse con "el novecieto", la mandó a "educación sexual".

"Para que esté informada", le decía a sus conocidos, aunque lo ideal hubiera sido que se mantuviese virgen "un tiempito más".

A la noche, cuando tiene en sus manos el control remoto, Binner mira de reojo los culos de Tinelli, pero cambia rápido de canal no sea cosa que su mujer lo descubra. "Es brava", dice por lo bajo.

Y a veces, antes de dormirse, se acuerda de Reutemann: "¿No me estaré conviertiendo en él?", se asusta, mientras su mujer ronca al lado.

"Yo tengo una responsabilidad. No puedo hacerme el boludo", se repite con Showmatch todavía de fondo. Pero poquito a poco el cansancio lo vence y Binner entra en un sueño tranquilo y reparador.

Mañana, por suerte, será otro día.


(escrito originalmente en Twitter una noche de otoño de 2011)

23.8.12

el kirchnerismo y sus dos orígenes

El kirchnerismo tuvo dos orígenes: el mitológico, de José Pablo Feinmann, acá; y el empírico, de Eduardo Duhalde, acá. En el mito de José Pablo el kirchnerismo nació de las Asambleas y el Que se vayan todos; en el realismo duhaldista, de la Ley de Lemas y el PJ Bonaerense. Obviamente, como ya mostraron los revisionistas, el mito no se lleva bien con la realidad: para las Asambleas, Kircher "era más de lo mismo". Pero para el conurbano, que votó en masa a Kirchner a instancias del PJ Bonerense y de las manzaneras, la continuidad del modelo económico era positivo. Lo que el conurbano pobre se dio cuenta intuitivamente en 2003, la clase media instruida recién entendió en 2009, pero con relato televisado. Eso sí, una vez 'apiolados', los hijos del relato borraron cualquier origen vergonzante y entonces Duhalde pasa ser malo y Clarín nunca apoyó. Pero la historia, como a veces ocurre, fue otra...

17.8.12

Hola Juanma, al día siguiente de la excelente performance de la orq fernández fierro y su cantor el chino laborde,me animo a dejarte algunos comentarios que ratifican lo expresado anoche cuando te llevé a tu casa.

Es destacable la fuerza y la energía del conjunto, aún en un género como el tango, que se caracteriza por la fuerza de su música y su fuerte compás. La influencia de la cultura del rock es evidente, no sólo en la vestimenta y el entorno, sino en la música, hecho muy lógico, ya que el rock, en sus distintas variantes, guste o no guste, es la música contemporánea con mayor vigencia hoy día, ya desde hace bastantes años. Esta influencia, no se expresa en fusión, o en los arreglos, creo yo, lo cual sería admisible pero podría no ser apreciado por los tangueros, sino en "el espíritu"de los temas que se interpretan y la forma de interpretarlos. Para mí, eso es un hecho a aplaudir más aún.

No hay duda, así, que la música interpretada es tango. Aunque tengo para mí, que la denominación sólo es una cuestión semántica. Se lo objetaba a Astor Piazolla que lo que hacía no era tango. Mucho discutió y sufrió él por eso, con su carácter sensible e irascible. Al final, algunos calificaron su música como música de Buenos Aires. Qué importancia tiene eso, me refiero al uso del vocablo? Es una polémica inútil, lo importante es si la música es buena e interpreta a su pueblo, y la música de Piazzolla y de la orq Fernández Fierro, es música de Buenos Aires, sin duda. Y además tango, y muy buena música. No para bailar, sino para escuchar. Tango representativo del siglo xxi, como comentamos ayer, como la música de Astor lo fue del Buenos Aires post Perón.

Les deseo a esos muchachos el éxito que merecen.

Bueno, me metí a opinar sobre espectáculos a un especialista , es como si vos te lanzaras a opinarme a mi, sobre hacia dónde va el mundo árabe hoy día, cosa que por supuesto podés hacer sin ningún problema. Pero en fin, se opina lo mejor posible y con buena onda.

Un abrazo y muchas gracias por habernos dado la oportunidad de escuchar esa orquesta en el mes del tango en Buenos Aires.

Abrazo, tu Papá.

12.8.12


Me quedé en loop con el triple de Nocioni que no pudo ser. Como en el 2006. No importa. O sí importa. Guardo para mí el equipo que más ilusionó y más me hizo disfrutar en mi vida. Son mis amigos. Los voy a extrañar

3.8.12

Y un día volvimos. Volví. Se veía venir. Uno no puede estar toda la vida de viaje. Algún día volvés. Siempre llega ese momento en que el avión te toca el timbre, subís, mirás para atrás con algo de pena o resignación y... decís adiós. A vos mismo. A ese exacto momento en que saliste a caminar por Artesia, uno de los barrios indios de LA y te metiste en un Pollo Loco a comer unos burritos de prepo. Un sol que raja la tierra y la humedad que no existe. Y un Days Inn con olor a viejo en las alfombras, el desayuno menos americano de lo que pensabas y las autopistas sin GPS esperándote a la vuelta de la esquina. Todo subsimido bajo la situación inverosimil de una billetera con dólares de cinco, de diez o de cien que no valen tanto. Pero duran bastante. Todavía quedan vestigios de la recesión del 2008 y los precios caen. Los homeless copan la parada. Obama discute con Romney la no quita de impuestos para los más ricos por la televión. La CNN, la ABC, la Fox, los canales de noticias que no tantos ven, pero tampoco tantos desconocen. La obsesión por la oferta. El tax. El consumo que todo lo envuelve y del que es difícil escapar. "Como sirenas que te llaman", te comenta tu amigo Paul, yanqui de nacimiento y argentino de crianza. Ambos países conviven sin reproches en su corazón. Te lo encontraste de casualidad y la confianza está intactacta. Lo que no se rompió de chicos, no se va a romper ahora. Los partidos en el patio del Malvinas. Independiente y River Plate. Hola Bill Callahan, hola Lucinda Williams, hola Jay Farrar. No pasa mucho tiempo hasta que pasan al Boss por la radio. Sonreís. Dancing in the dark. El libro que justo no casualmente re a propósito estás leyendo es su biografía clásica, Glory Days, y los boulevares oblícuos, las tiendas de autos usados, los más variados fast foods, la bandera americana en cada esquina posible, lo nombran sin decirlo en cada gramo de tierra que pisás con tus All Star compradas en Once. El máximo ícono del estadounidense común y corriente siempre está. Y no para hacer la vista gorda, justamente. Si en Los Ángeles la sirena de los bomberos es lo que más se escucha en las calles, en Las Vegas el sonido que lidera es el de las ambulancias. Y tiene sentido. Unos arden, otros desesperan. En San Francisco, en cambio, mucho más constrictos, mucho más palermitanos, el silencio no es mayor. Las casas victorianas de dos o tres plantas, una a lado de la otra, infinitamente, entre las colinas, arriba y abajo, tienen el rictus erguido de un californiano que necesariamente se percibe superior. El hotel donde paramos, el menos costoso que supimos conseguir, tiene aspiraciones de boutique y comodidades de hostal estudiantil. Los Days Inn de LA, de Las Vegas, de los pueblitos cercanos al Yosemitte Park, nos trataron por bastante menos mucho mejor. La llaneza y la hospitalidad del estadounidense tierra adentro. Del red neck y el vaquero. De los ojos claros, la piel marrón, el oriental y el olvidado. Un día nos lleva el auto la grúa y nos salva un mexicano. "La ciudad de la furia", nos cita con una sonrisa. Y a las semanas, no encontramos hotel, de regreso en LA, y esta vez es un indio quien nos salva las papas. Recorremos Estados Unidos con la fascinación de quien siempre soñó con ese momento y nunca pensó ciertamente que lo iba a vivir. Por más que ya conocíamos otros lugares, ya habíamos vistos las suficientes películas, y leído a Leavitt, a Henry Miller, a Carver. Estamos un día en la 91 freeway de Los Angeles y ocurre un accidente. No lo vemos. Pero sabemos que está. Todos los otros autos empiezan a aminorar la velocidad y yo hago lo mismo con nuestro Mitsubishi bordó. No sabemos bien qué viene después. Escuchamos que un yanqui habla con su madre: "Ya llego. Estoy parado en la 91". Los minutos pasan. Hay incertidumbre. Hasta que llega un patrullero y nos ordena aguardar en nuestros sitios. "Ya podrán avanzar", indica grave, desde un alta voz, mientras recorre la 91 y los operarios delimitan con balisas el accidente. Deberían haberlo visto cómo arqueaba su coche, una y otra vez, casi como un sheriff y su caballo obediente. Y entonces me di cuenta. Estábamos en el desierto. Él era un vaquero, nosotros su ganado, y esto, su faena. La de todas las noches. En la 91. Respiramos el aire de California y queremos cumplir nuestros sueños. Aunque no siempre se pueda. Adiós LA, nos volveremos a ver.







1.8.12

Y pintaron los Juegos. Yo pensé que los Olímpicos iban a pasar más inadvertidos por estas tierras, siempre más proclives a las competencias locales (las famosas ligas mundiales) que al gran desafío exterior. Pero no. Estamos todos con las gimnastas, el beach volley y por supuesto, el gran Phelps. Que en estos Juegos, parece, no viene siendo tan grande (hace unos minutos acabo de ver su última "desilusión": un sudafricano relegándolo a la medalla plateada), aunque por acá sigue siendo EL ídolo. Las cámaras puestas en él (y otro poco en Allison, la nadadora) y las historias de vida a la orden del día. Sin embargo, como imaginarán, MIS Juegos, mi pasión, mi disfrute total, pasa por la Generación Dorada. Lo que hagan Manu, Chapu, Luifa, Leo y los demás, que esta vez, estoy seguro, volverá a ser grande más allá del puesto final que obtengan. Ver el primer partido, contra Lituania, se hizo difícil. Lo seguí un poco por internet y otro poco por los diarios web. ¡Qué amargura! Pero tocó así. Acá, en Estados Unidos, tienen una cierta idea de lo que significa el equipo argentino (conocen, por supuesto, al quinteto inicial, y saben que les hemos ganado un par de veces), y Manu, claramente, es la figura deportiva argentina que más conocen (Messi emparda entre los amantes del soccer, claro). Pero de ahí a que te pasen los partidos, olvídalo. Agradecé si te pasan en el noticiero. Contra Francia, entonces, la cosa se hizo más ardua porque ni siquiera estábamos en el hotel y la incertidumbre por el trámite del partido, que venía jodido, me hizo pasarla mal en la caminata por LA. Nadie con quien compartir la angustia del partido! Pero bueno, como ya sucedió otras veces (Atenas 2004, sobre todo), las derrotas en la fase inicial de grupos son un clásico de este equipo. Y suelen servir para bien. Recuerdo que en Grecia perdimos contra España y luego contra Italia (o sea, dos veces) e igual pasamos y pudimos evitar a Estados Unidos (que le quedó a los españoles). Esta vez, seguramente, ocurra algo parecido, porque a esta derrota contra Francia probablemente se suma la de Estados Unidos en el último partido por grupos, y eso igual no cambiará en mucho la clasificación de Argentina, que saliendo segundo o tercera evitaría igual a la Furia. ¿Un quilombo? Aguarden y verán. Lo importante, a mi parecer, es que el equipo se mantenga unido (de eso no tengo dudas) y que --acá viene lo complicado-- Sergio Lamas se decida a rotar más el quinteto inicial. Quiero ver a Juan Gutierrez bajo la zona pintada y al Chapu de alero, como tendría que ser. Hay que confiar en todo el plantel, no sólo en los NBA, señor DT. En fin. Mañana continua la historia. Y por acá también. El poco acceso a internet me privó de contar varias cosas que hubiera estado muy bueno registrar en este diario; la más importante mi reencuentro con Paul, un amigo de la primaria (compañero de banco!) que es yanqui de nacimiento (y argentino de corazón) y que gracias a este blog me ubicó acá en California. Increible y emocionante compartir asado contigo y tu familia querido, Paul. Gracias de nuevo. También prometí algunos comentarios rockeros, pero eso quedará para mañana o... para cuando vuelva. ¡Y hay tela para cortar! Veremos cómo sigue.
 





29.7.12

Y nos fuimos de la ciudad de la moda alternativa, el amor libre, los tranvías de antaño, la contracultura hecha escuela y.... la gente que habla sola. Es increible como simplemente caminar unas cuadras por la Market (no estoy seguro que sea la más concurrida, pero va en diagonal y me lleva hasta la Biblioteca Pública desde donde estoy escribiendo estas líneas) significa cruzarte seguro con con dos o tres "desquiciados" por cuadra; todos soliloqueando andá a saber qué tremendo asunto y obviamente caminando rápido. Nada que no pueda verse en Buenos Aires, es cierto. Pero que acá, al multiplicarse por cinco, se percibe el doble. Y más cuando en LA, Las Vegas o San Diego (a no tantos kilómetros de distancia) no ocurre tan seguido. ¿Qué tendrá San Franciso que a todos los vuelve locos? La semana pasada nos cruzamos con: un flaco haciendo movimientos de ballet en skate que nos arrojó una flecha imaginaria estilo cupido; un negro totalmente en bolas encarándose cuanto especimen vivo andaba por ahí; varias señoras de rulero y botas dark (o algún otro atuendo por el estilo) enojadas por algo o recomendándole al mundo que tenga cuidado con lo que vendrá; ex combatientes pirados, sueltos, con carteles tipo: ¿alguien sería tan amable de convidarme una piedra de porro?; y homeless, muchos homeless, colmando los espacios públicos al calor del movimiento occupy y dando muestra de un problema real: la desocupación. Sé que la última gran crisis que tuvieron los yanquis fue entre fines de los setenta y principios de los ochenta, cuando las intenciones timoratas de Carter sucumbieron ante la restauración neoconservadora de Reagan y la inflación y los desempleados en EE.UU. tocaron niveles históricos, pero esta crisis parece más grave. Es probable que esté teniendo un visión magnificada por el hecho de que muchos homeless se asientan en California a raíz del clima benigno (es lo que me han comentado por acá), pero aun así la presencia es notable y obviamente siembra dudas sobre la recuperación que vienen teniendo por estos lados desde la crisis de 2008 para acá. De hecho, en la tele, en los programas políticos, el tema ecónomico (y sobre todo los benditos taxes) es el gran tema que discuten Obama y Romney (el republican) y el que a veces cuesta entender más, ya que en Estados Unidos, pagar impuestos, suele ser progresivo, al revés de lo que ocurre en Argentina, por ejemplo. Pero bueno, San Franciso quedó atrás, pasamos en vuelo rasante con nuestro rojo Mitsubishi por Big Sur, la gran Big Sur de Henry Miller, y otra vez estamos en LA, la ciudad que por hoy más nos conquistó con sus palmeras tan altas como jirafas, su relax total, sus playas y su sol constante, su abundancia a prueba de recesiones, y sus distintas moviditas, que las tiene, claro que sí. Es normal no entender LA apenas llegás. Y es lógico: el enjambre de autopistas están ahí para quemarte la cabeza si sos novato en el tema. Pero una vez que les encontrás la vuelta, no es para tanto, y los diferentes neighbourhoods empiezan a aparecer más nítidamente, cada uno con su comunidad y su vuelta, pero siempre de sencillo acceso. El nuestro, el barrio que fuimos haciendo un poco propio a fuerza de visitas, comidas al paso, caminatas por los localsitos y demás, es el comprendido entre Echo Park y Silver Lake, un área que queda justo entre medio de Hollywood y el Downtown, antes que la Sunset Boulevar encuentre todo su glamour, y que en el caso nuestros nos sirvió para hacer pie y pispear un poco en esas movidas under que andan buscando hacerse ver en LA y que obviamente no les resulta tan sencillo. Y el rock, el rock, el rock dónde está, sé que me preguntarán mis amigos de El Zaguán y pulentas varios cuando regresemos a nuestra Ciudad. No es tan fácil encontrarlo, amigos. Pero está. Y en el próximo capítulo, en cuanto pueda hacerme de otra computadora gratuita, prometo contarles algo de todo eso.




26.7.12

Obviamente no me iba a volver de San Francisco sin visitarlo a Jonathan Richman. Lo habíamos telefoneado un par de veces (sin suerte) y ya estábamos perdiendo la esperanza. ¿Estaba de gira? ¿No quería saber nada de nosotros? Por suerte la última vez leventó el tubo y ahí no más pasó a buscarnos por una disquería de discos usados sobre la Haight St. Apenas lo vimos llegar nos abrazó fuerte y nos preguntó en castellano cómo nos encontrábamos. El estaba flaco, sonriente, con una barba al ras de no más de dos días y unas extrañas rayas amarillas, como de pintura, en la cara. Más tarde nos dimos cuenta de que no era más que azafrán, producto de una sopa que había estado preparando. Nos pusimos a caminar con él y Caro, y nos contamos un poco cómo iban los días acá en California. Yo había podido cartearme un par de veces desde su visita a la Argentina (la primera de su carrera) en abril de 2010 y la buena onda se mantenía desde entonces. Jonathan, como bien suponen, es un tipo que si no tienen ganas no habla, si se aburre se va, y si le cae mal algo que dijiste sencillamente te lo dice. Tiene algo de niño, de artista que siempre hizo lo que quiso (y basta repasar su carrera para comprobarlo, sobre todo respecto a la industria y el mercado) y de ermitaño de ciudad. O sea, varias de las cosas que a priori siempre me cayeron un poco pesadas de un músico. Pero que en el caso de Jonathan (como en la de otros, es cierto) me resultan naturales y nada molestas. Yo también le caigo bien por algún motivo extraño. Y luego de aquella gira del 2010 donde compartimos varios momentos tuvo un par de gestos de amistad conmigo, como haber arrancado una comunicación por carta, por ejemplo, e intercambiar algunos comics under de San Francisco y Argentina (Jonathan no usa mail y no tiene computadoras). Y todavía tiene presente su visita a Buenos Aires porque una de las primeras cosas que nos preguntó fue cómo andaba Guerrín, "ese mall de pizzerías". Como otros rockeros de visita (Thurston Moore, los Pavement), se había quedado impresionado con las pizzas argentinas y, sobre todo, con los lugares más tradicionales donde las hacían. Aquella vez, luego de su show en el Irreal, habíamos pedido unos grandes de muzzarella en la atestada planta alta de Guerrín y Jonathan, antes de retirarse, había saludado uno por uno a todos los cocineros. Ayer el sol tímido de San Francisco no daba para comer afuera (nunca hace verdadero calor de este lado de la bahía) y JoJo nos propuso almorzar en su casa. "Queda en las colinas", nos dijo mientras nos señalaba en dirección al lugar. Y para ahí fuimos. Guiándonos a través del tráfico con su camioneta pasamos por un barrio cercano a la Chavez Av y al barrio gay, y llegamos a su hermosa pero sencilla casa de una planta, arquitectura victoriana (como casi todas en SF) y huerta en el jardín trasero. Los gatos (tres) andaba por ahí. Y su esposa, nos contó, se encontraba trabajando. El living, la cocina, la sala de estar (todos conectados en un gran espacio interior) tenían un desorden sutil. No en el nivel para incomodar una visita, pero sí como para dar la sensación de que la estricta organización no era la prioridad principal. Antes de llegar habíamos conversado de cómo andaban las cosas por acá y Jonathan muy sardónico, en referencia al cuidado ambiental y el cambio climático, nos dijo: "Se están haciendo algunas cosas, pero too late, too little. Y un día nos vamos a levantar y la naturaleza simplemente nos va a decir: hasta acá llegamos. Y sin consultarnos qué nos parece". En la casa, la charla fue por otro lado, la música básicamente. Jonathan se puso a revolver su (pequeña) colección de discos y nos mostró algunos de sus ídolos: Claudine Clarck, una negra de la época de los smash hits de los sesenta; Fred Neil, un cantautor folk, en la senda de Townes Van Zandt, que supo enseñarle algunos yeites a Tim Buckley (y según Jonathan, al mismo Dylan); y los Amaya, un dúo madrileño de flamenco moderno. Jonathan, que hasta ahí venía tranqui, empezó a tomar calor a medida que pasaban las canciones (no lo culpo, a mi me pasa lo mismo cuando le muestro música a mis amigos) y lo que era una tarde de ocasión pronto se convirtió en una pequeña muestra de Jonathan te vas a emocionar. El tipo buscó su guitarra, volvió con nosotros y ahí nomás se puso a tocar sobre los temas que sonaban en los vinilos con baile característico incluído. Una chica, hija de una amigo suyo, que también estaba esa trade, le preguntó por la importancia de Claudine, que con su rock n roll podía levantar cualquier fiesta. "No había tal cosa como 'importancia' en aquella época. No había entrevistas a los músicos en las revistas, ni siquiera había reviews de los discos. No eran necesearias porque nadie se las tomaba en serio. Ni ellos mismos. Y eso era lo más lindo", le contestó. Con Frede Neil, se puso algo más taciturno: "Nunca le interesó hacer una carrera. Tocó estas canciones y después se retiró. No sé qué pasó después". Estaba realmente emocionado con las canciones que iban pasando. Y era evidentemente que, en un punto, hablaba de él. Un tipo que tampoco nunca le interesó hacer "una carrera" (y por eso los mil discos por año y las giras alternativas y las canciones en español o italiano, todas cosas reactivas a la industria) y menos que menos, en los últimos tiempos, atender al periodismo especializado (reviews, interviews, Spin, Rolling Stone, ¿qué es todo eso?). Con los Amaya se divertió intentando copiar los rasgueos veloces del flamenco y se moría de risa cuando no le salía. "Son unos genios", repetía. "Mi dúo de guitarras favorito". Lo había comprado por recomendación de un amigo español en una de sus giras por la península y era su tesoro. Habremos pasado un par de horas escuchando pasajes enteros de esos discos y de algunos otros, y podríamos habernos quedado así toda la tarde. Jonathan incluso nos tocó dos temas nuevos que había hecho en castellano. Uno sobre una guitarra rubia en contraste con otra morocha, y otro que decía que todos merecíamos una fiesta, "incluso los feos, los pocos graciosos". Dos temas típicamente Jonathan. Su gracia y su sonrisa. Cuando llegó la hora de irnos, nos acompañó a la puerta, con su guitarra, y nos volvió a tocar un pedacito de otro tema. Estaba encendido. Desde el portal, en la cima, podíamos ver el centro de San Francisco; sus edificios y sus perfectas calles perpendiculares. El sol poniendose a lo lejos. Nos despedimos con otro fuerte abrazo. Y nos fuimos. En mi caso, con la sensación de haber compartido una tarde con un Salinger músical.

22.7.12

Pensé que no iba a ser para tanto. Pero cuando finalmente pude comunicarme con mi primo George y hablar después de, no sé, veinticinco años, verderamente se me erizó la piel, me volvió a la mente toda una niñez olvidada pero presente en algún lugar de mi cuerpo. "Hola primo!", me dijo desde el otro lado de la línea con bastante acento yanqui. Y yo no pude evitar recordar cuando me alzaba de chiquito (a mí y a mi hermano) o se dejaba ganar en un pulseada para, inmediatamente después, quedarse horas empatado con su hermano Albert, el reo, en una escena igualita a la de las pulseadas de Stallone (porque ambos eran demasiados fuertes y grandes para dejarse ganar por el otro pero a la vez demasiado amigos para atreverse a ganar a su hermano). Albert, el reo, el fan de AC/DC en los ochenta, y camionero y obrero rocker toda su vida; y George, el correctito, el callado y tímido, el ex marine y guarda parques, el pelo corto y semblante triste pero siempre cariñoso con sus pocas palabras. Los dos, nuestros héroes de la infanci a partir de las historias que traía la tía Nenucha (sí, se llama así) cuando nos visitaba. Radicada en EE.UU. desde los setenta, la historia de Nenucha es muy parecida a la de tantos latinos o argentinos que hoy viven con todos los papeles en regla y como americanos pero que alguna vez fueron polizontes y pasaron hambre del jodido. En el caso de mi tía, luego de un largo trajín que tuvo principio feliz (estadía a todo dar con marido genio de la medicina y director de hospital) pero un desarrollo mucho mas complicado en la cruda Nueva York de los setenta; con mi primo Albert ya interactuando con las pandillas de su ciudad y mi tía mandandolo de prepo a vivir con nosotros, en Buenos Aires, en plena Guerra de las Malvinas. ¿Qué iba a hacer un yanqui de deciseis años, pelo largo y espalda de ropero en ese contexto? Ponerse a laburar en una obra en construcción y convencer a varios de sus nuevos amigos que la posta era Kiss y esa bandita desconocida pero rockera al palo llamada AC/DC. Historias hubo muchas. Como por ejemplo colarse con sus amigos a una fiesta de quince por el balcón y que lo lleve detenido la policía (año '81) o agarrarse del guardabarros de los colectivos para andar más rápido con su skate (again, '81). George, más tímido, lo protegía con el sentimiento desde acá, EE.UU., nunca reprochándole sus diferencias, todo lo contrario. Y también viviendo sus propias locuras, como cuando lo soltaron en Alaska sin más equipamiento que su navaja especial (esa que usaba Rambo) a que sobreviviera una semana como parte de su entrenamiento como marine. O cuando en un subte de NYC, por la noche, le hizo frente una pandilla que había querido afanarle y los liquidó uno a uno. Varias historias, la misma sangre. Y escucharlo, me hizo bien.

21.7.12

Escribiendo a la velocidad de la luz porque acá en San Francisco el segundo de internet se cotiza como su precio en oro (sobre todo si sos visitante y no tenés una credit card con fondos vastos) les cuento que pasar de toda la zona de LA y San Diego e incluso Las Vegas es un pequeño shock, casi que no parecen pertenecientes al mismo estado ni ni siquiera al mismo país. Todas las habladurías de San Francisco que siempre escucharon son ciertas. Que es una ciudad hermosa, que es de las más sofisticadas de EE.UU (y el mundo), que la gente está loca muy loca, y... que es insoportable. Por momentos. Venís tan acostumbrado a que la gente realmente no tenga segundas lecturas de las cosas, que sea más llana y sencilla en todo el resto de California, que cuando llegás a esta ciudad y al segundo ves que una mujer en el subte se acerca a tu novia y le pregunta por los zapatos, dónde los compró, que qué bonitos son, te das cuenta que vas a estar en estado de observación constante. Al menos en la zona de San Francisco que venís conociendo. Que hasta el momento son todas. Lo distinguido y lo pretencioso que te hace recordar todo eso que no te gusta de Buenos Aires, pero que inevitablemente acompaña a lo otro. Lo que amás. Supongo que por acá será igual. Todavía no recorrí la famosa Height St con los sobrevivientes de los hippies y de la contracultura de los sesenta. Hay dos posibilidades. Que esté bueno. O que sea Palermo Soho. En todos caso, si es amigable y suelto, estaré bien. Mientras, las callecitas, las subidas y bajadas, los edificios victorianos de no más de tres pisos de altura, te seducen, sin duda. Y como dijo un mexicano que vive acá desde hace unos veinte años: "Aquí no necesitas carro. Puedes ir a todos lados caminando. Una vez fui por unas semanas a Los Angeles y me deprimí tuve que volverme corriendo. Todas esas autopistas y espacios vacíos. Ese calor asfixiante. No, señor, eso no es lo mío". Y es cierto. Y por eso, a un porteño, como comentaba, le parezca más amigable SF que LA. Por similitud. O aparente similitud. Porque LA, con su relax total, su brillo frivolo de Hollywood, sus playas de todo tipo (la peatonal de la rockera Venice tiene algo de la 3 de Gesell), pero sobre todo, por la calidez sin vueltas de todos quienes realmente hacen la ciudad día a día (los mexicanos, los salvadoreños, los pakis, los taiwaneses, los red necks que siempre andan por ahí), por ahora se lleva mi preferencia. Y no es que San Francisco no sea cosmopolita. Lo es. Pero de una manera que a LA, sin tanta pompa, le sale mejor.



17.7.12

Si en LA los bomberos pasaban pisteando cada cinco minutos, en Las Vegas el tope en el ranking se lo llevan las ambulancias. Y tiene sentido, si lo pensás. Como comentaba ayer, nunca vi tanto cartel de neón junto y tanta ansia de consumo. Y dicen que están en recesión! La megalomanía también viene acompañada de pequeños lujos urbanos, como arcos de escaleras mecánicas que comunican las bocacalles y a los hoteles-casino entre sí, y reproducciones en "miniatura" de la torre Eiffel, la pirámide de Keops o los canales de Venecia. El pecado del mundo cabe en estas diez o quince cuadras de la Strip (después está la ciudad civil, digamos) y por unos segundos, que fueron bastante rápido en mi caso, pensás que podrías quedarte a morir ahí entre la lujuria desbordante que te rodea. Es tentador, creánme. Y tiene su gustito imaginarlo. Pero la vida sigue (siempre sigue, aun cuando nos vamos) y bueno, pronto pensás en otras cosas. Lo de siempre. Lo que te mueve y no podés soltar. Condenado por tu propia vocación. El otro día, al regreso de una vuelta por la Sunset Boulevard (estoy hablando de LA, claro) surgió una charla con el policía (estaba de uniforme y la placa no dejaba espacio para la duda) que hacia gurdia en el Days Inn donde parábamos. Nos habíamos tratado un par de días antes cuando, curioso por qué lugares estábamos visitando, nos retó por no haber ido todavía a Laguna Beach, según él, la mejor playa de LA. Con Caro ni habíamos escuchado hablar de ella y sí, obviamente, de Malibú, Long Beach, o Venice Beach, la más rockera y relajada por lejos. Pero de Laguna Beach, ni noticias. El pibe (tenía pinta de pibe y después nos enteramos que tenía 24 años) no sólo nos encominó a que fuéramos a es playa en particular sino que nos dio una serie de otros tips de la ciudad que nos resultaron de mucha ayuda. En general, eso no pasó seguido: recibir consejos buena onda sin pedirlo, y muchos deseos espontáneos de que nos fuera bien. El tema es que fuimos a la famosa Laguna Beach, nos gustó mucho obviamente (tenía un espíritu californiano mucho más a la vista) y luego, cuando volvimos, le comentamos la experiencia. Charla va, charla viene, le terminamos preguntando lo típico: de dónde era. Porque no hablaba castellano, o sea no era latino, pero yanqui tampoco. Yo apostaba a que fuera de la colectividad india, que es muy numerosa en LA. Pero no, nos dijo que era iraquí. Silencio. Iraquí, vigilante del orden, Estados Unidos. La verdad, el chabón me caía excelente y no tenía ganas de caer en una charla sobre la supuesta necesariedad de la intervención yanqui en Iraq. Porque eso fue lo que errónamente pensé que se venía a continuación. Pero en lugar de eso, nuestra amigo (nunca le pregunté el nombre y lo lamento) nos contó sobre Bagdad (caundo le comenté que Bagdad era una de esas grandes ciudades de la humanidad, a lo que él me respondió: lo era, amigo) y a continuación pasó a contarnos en breves palabras lo que había vivido, la pérdida de amigos y familiares, y lo más terrible, la pérdida irreparable de una nación: más de dos millones de personas muertas desde comenzada la guerra. Nos lo comentaba con angustia en los ojos pero sin odio. Simplemente con dolor. Para él, Estados Unidos había cometido una gran injusticia ("Nunca encontraron las supuestas armas de Saddam", remarcó), un crimen, pero no amalgamaba a todo el país bajo esa responsabilidad. "Obama hizo muy bien en retirar las tropas, ojalá lo reelijan, pero no creo. Acá nadie le interesa la política". Con Caro nos mirábamos: estábamos teniendo la conversación política más inesperada con un agente estatal del orden americano. Politizado, demócrata y antimilitarista! "Claro, estamos ante un caso de asimilación positiva: inmigrante de país sojuzgado que se identifica con su nuevo hogar por el lado progre", podría haber dicho un sociólogo mas o menos bien rumbeado. Y yo seguramente habría estado de acuerdo. Pero hubiera sido otro error. "Solo espero terminar con los estudios que vine a cumplir acá para después irme", nos dijo poco antes de terminar la charla. "No sé a dónde. Pero me voy". O sea, asimilación en el sentido que creíamos, poco y nada. El poli iraquí nos daba otra lección y nosotros aprendíamos contentos. Supongo que para esto también sirven los viajes.



16.7.12

Que ya haya pasado una semana sin que ni siquiera haya podido asomarme a este blog, a contar un poquito cómo viene la cosa, habla un poco del tema. Estoy en Las Vegas, nunca vi tanta luz y escaleras mecánicas y carteles de neón juntos. Y estoy fascinado. Me gustaría empezar hablando de LA, donde estuve una semanita entera y recién en los últimos días pude desentrañar el gran misterio de las autopistas. Con coche de alquiler pero sin GPS, la aventura de autoconducirse por LA y los mil y un neighbourhoods se hizo cuesta arriba. Pero resultó. Con Caro comentábamos: apegarte a los mapas hace que termines conociendo la ciudad mejor. Que palpes el mapita aferrado a tu dedos un martes de madrugada porque la freeway te depositó maliciosa en otro lugar, no tiene precio. Y que al día siguiente te encuentres con Ryan Adams, obviamente de casualidad, en Amoeba, cuando justo hablabas de él, menos que menos. Lo salude, me saludó. Hablamos un lindo rato mientras revisaba unos vinilos y bueno, obviamente le pedí una foto. El con cara de chico malo; y yo, con mi típica de feliz cumpleaños. Un clásico. Ya contaré más en otro post. El clima, como dicen, es maravilloso. Hace calor, claro. Pero seco. Y la cantidad de estímulos y situaciones y lugares y palabras (esas benditas palabras en inglés, marcas que conocías y que conocerás) no se acaban nunca. En un momento parece que no va a hacer falta hablar en inglés jamás. Todos somos latinos y nos conocemos. Pero tambien están las comunidades indias, arabes, taiwanesas, y ahí sí, el inglés es la regla. De todos modos, el español, no te digo que manda, pero anda por ahí. Y siempre con mexicanos o con salvadoreños; muy poco con inmigrantes de otros países latinos y practicamente nunca con argentinos. Deben estar todos en Nueva York, Boston o Maimi, supongo. Nunca LA. O San Diego. O Las Vegas. Sí en la costa este, ese horizonte de posibilidad del argentino que descarta Europa. La intelectualidad clase B y el nuevo rico clase A. Unidos. En la misma franja horaria. Cuando entré en esa disquería, casi por inercia, en el barrio bohemio de Ocean Beach de San Diego, casi que me empezaron a caer las lágrimas. Estaban todos, casi absolutamente todos, esos discos de Steve Earle, Smog, Drive-by Trackers, Bonnie Prince Billy, Lucinda Williams y Son Volt que durante tantos años había escuchado en mis descargas de mp3 pero sin tener posibilidad de tenerlos de verdad, en mis manos. Con sus vívidos artes de tapa o sus rasposas cajitas de plástico. Y a precios relativamente buenos. No te digo que gasté todos mis ahorros, pero casi. Eran todos discos usados, pero en impecable estado. Y realmente me sentí como esos alcohólicos en recuperación que un buen día caen casi sin buscarlo en una licorería (y creánme que acá, en EE.UU., las hay muy buenas) y literalmente no pueden sacarlos de allí. El hippie rocker que atendía, viejo lobo de mar, me hizo un buen descuento y yo me retiré con una sonrisa de oreja a oreja. A disfrutar de la playa, la liviandad y la vida en bermudas y remera. Colección completa de Steve Earle, aquí estoy, aquí estás, al fin juntos.
 




5.7.12

Bueno, me voy a conquistar el Oeste, las viñas de la ira, la fiebre del oro. Nos vemos a la vuelta


4.7.12

Cuando le preguntás alguien si eso que dijo en algún momento se refería a vos y te dice: "El que le quepa el sayo, que se lo ponga", quedate tranquilo que te queda perfecto

21.6.12

sólo te pido oh diosa madre paraguaya








Sólo te pido, oh diosa madre paraguaya, que no haya otro golpe por allá, que las guaraníes nos sigan enamorando ¡y que los liberales no nos jodan nunca más!