-Antes que nada, las veredas: esos mosaicos blancos y negros que estan por toda la ciudad; sean zonas céntricas o playeras, antiguas o modernas, acomodadas o pobres. Saber que salís de un lugar (el que sea) y que inevitablemente van a estar sosteniendo el paso, acompañándolo incluso.
-Las lianas colgando, los cocos en los puestitos a la vera de las playa, la Skol.
-Salvador y Tesora siempre, a todo momento.
-Marcus, el arquitecto paulista que almorzaba en la mesita de al lado en una bodega de Ipanema. Y que nos terminó invitando a la casa de sus padres para conocer la vista sobre el lago Rodrigo de Freitas, luego al bar recién inagurado de su novia y, finalmente, a un restaurante de comida amazónica. Mejores amigos en una tarde.
-De blanco en la noche de fin de año. Los tres.
-Francisco en todas partes.
-¡Todo legal, muito legal! Giro local que descubrí y me fascinó.
-Lo fuerte que manejan los motoristas; parecido a cómo andaban antes los colectiveros acá. Bamboleo al borde del acantilado.
-Santa Teresa, esa aldea colonial en las alturas. Andar con el chocecito de Salvador por ahí, una aventura.
-Ola de calor con playa.
-La sonrisa de Salvador haciéndonos retribuir el saludo a medio mundo. ¡Él es el simpático, no nosotros!
-Guaraná, goiaba, abacaxi. ¡Sucos!
-Subís a un taxi, suena MPB. Entrás a un local, suena MPB. Vas por el shopping de Barra más careta del mundo, suena MPB. No existe Aspen en Río.
-El Cristo Redentor: no te mira, lo sentís.
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